CARTA PARA
NiSBETH LOPEZ
BARRRERA
Hola soy Pedro¿Te acuerdas?Fui el que te mando el regalito.
¡Que bien no lo hemos pasado estos días en el colegio!Hemos celebrado la navidad todos juntos y
los reyes magos se han portado muy bien conmigo. También el día de la paz en la que leímos
fragmentos de cada libro religiosos.¡Y muchos más!
Hace un mes fue mi cumpleaños y me lo pase muy bien la verdad.
Mi clase y yo tenemos ahora todos un ordenador portátil y con el nos hemos creado un blog que es
una especie de página web en la que tu pones cosas de todo tipo.
Para que te entretengas te pongo un cuento de mi señorita para que te puedas distraer:
Me despido de ti con esta foto mía en la torre Eiffel.
ADIOS
La increíble historia del hada Sisí y el gnomo Nonó:
Hace ya mucho tiempo, en los frondosos bosques de Kernerak,vivía un hada de extraordinaria belleza. Se trataba de una joven afable y sencilla, siempre dispuesta a ayudar a los demás con una sonrisa en la boca. El único problema de Sisí, que así se llamaba el hada, era que no sabía decir que no. La joven se desvivía por todo el mundo y por muy complicada que fuese la situación, siempre se empeñaba en agradar y en complacer a todos cuantos la rodeaban.
En una choza, llena de trastos viejos y cachivaches, justo a las afueras de ese mismo bosque, vivía un anciano gnomo llamado Nono. Se trataba de un gnomo gruñón y taciturno, temido por aquellos que le conocían. Pero lo más curioso de todo era que, durante sus doscientos años de vida, sus labios jamás habían pronunciado ni un solo sí.
Pero el destino, que es muy sabio, quiso que estos dos seres tan dispares se encontrasen. Muy cerca de la choza del gnomo había una fuente de la que brotaba un agua extraordinariamente pura y cristalina. Las múltiples y excepcionales propiedades de este agua eran por todos conocidas. Sin embargo, como el gnomo no dejaba acercarse a nadie a su casa y menos aún coger agua de esta fuente que, por cierto, él consideraba como suya, muchos de los habitantes del bosque tenían que padecer toda una serie de enfermedades que, sin duda alguna, el agua hubiese curado. Antes de que apareciese el malhumorado gnomo por esas tierras, todos podían disponer del agua a su antojo y, en consecuencia, seguir manteniéndose jóvenes y sanos. Hartos ya de esta terrible injusticia, los habitantes del bosque decidieron acabar de una vez por todas con la situación.
Decidieron elegir a Sisí como representante legal del grupo y encargarle que fuese a ver al gnomo para echarlo de aquellas tierras. En el fondo, todos tenían un poco de miedo al gnomo, pero como sabían que la joven hada sería incapaz de negarles nada, ni cortos ni perezosos, se dirigieron a su casa. Como de costumbre, Sisí los acogió con la sonrisa en la boca, pero cuando sus vecinos le explicaron la razón de la visita, su rostro se transformó de repente.
—Por supuesto que os haré el favor de ir a visitar al gnomo –aseguró ésta– pero yo no soy nadie para echarlo de estas tierras. Lo único que puedo hacer es intentar convencerlo por las buenas para que nos permita utilizar el agua de la fuente.
Los habitantes del bosque, riéndose de su inocencia, le aseguraron:
—Pero, Sisí, parece mentira que a estas alturas todavía no conozcas al gnomo. Deberías saber que él jamás nos dirá que sí.
—Bueno –contestó ella tranquilamente– yo estoy dispuesta a ayudaros, pero dejad que lo haga a mi manera y no os preocupéis porque pienso hacer todo cuanto esté en mi mano para que cambie de idea.
Aunque no del todo convencidos y rogándole que tuviese mucho cuidado, sus vecinos la dejaron marchar.
Así pues, y despidiéndose de todos ellos, Sisí se dirigió alegremente hacia las afueras del bosque. Pero, de repente, mientras le daba vueltas a la cabeza pensando en cómo podría convencer al gnomo para que les dejase utilizar el agua de la fuente, se encontró con un cervatillo herido.
—¿Qué te ha pasado –le preguntó el hada al joven ciervo.
—Me alejé un poco del bosque –le contestó éste con voz lastimera– y unos cazadores furtivos me dispararon y me hirieron en la pata.
El hada lo tomó entre sus brazos y, acariciándole la cabeza, prosiguió su camino.
Temerosos y sin saber cómo reaccionaría el malhumorado gnomo, finalmente llegaron hasta su choza. Éste sentía una especial predilección por los ciervos, ya que de pequeño tuvo uno al que quiso mucho y, cuando el pobre murió entre sus brazos, él se volvió todavía mucho más huraño y antipático.
Sin apenas saludarlo, Sisí se dirigió a él y le rogó encarecidamente:
—Gnomo, tienes que dejar que moje la pata del ciervo con el agua de la fuente. Si no, lo más probable es que se muera, y a ti no te gustaría esto, ¿verdad?
Aunque refunfuñando un poco, el gnomo no sólo le dio permiso al hada para que utilizase toda el agua de la fuente que quisiera sino que, además, la ayudó a curarlo. En cuanto la pata del joven ciervo entró en contacto con el agua de la fuente, éste pareció experimentar una considerable mejoría. La herida había cicatrizado como por milagro y el dolor había desaparecido por completo. Tanto Sisí como el gnomo miraron al ciervo extasiados y el hada agradeció a las fuerzas de la naturaleza y sobre todo a Miracua, la reina de las hadas del agua, el hecho de haber hecho posible esta curación. El malhumorado gnomo percibió tal gratitud en los hermosos ojos del ciervo que se dejó embargar por una sensación, hasta ahora desconocida para él, sumamente agradable y placentera y que, por cierto, cambió totalmente su carácter. Sus labios esgrimieron una especie de sonrisa y reconoció que no siempre hay que decir que no y que a veces, incluso puede resultar mucho más reconfortante decir que sí.
Por su parte, Sisí se alegró enormemente de haberles dicho que no a sus vecinos y de haberse negado a echar al gnomo de estas tierras, pues la satisfacción de haber logrado arreglar la situación a su manera, hizo que se diera cuenta de que no siempre hay que decir que sí.
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